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Franclin: “A mi hija le dije que en la cárcel se lo hago un castillo de venesta”

El líder de Adepcoca está en el penal de San Pedro hace 11 meses, acusado de ser el autor intelectual de la muerte de un policía. Quiere ser liberado para estar con su familia, a la cual extraña mucho.

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Franclin Gutiérrez, dirigente cocalero de los Yungas, en una anterior marcha en La Paz. Foto: APG

En la cárcel de San Pedro, Franclin Gutiérrez es conocido más como “el dirigente cocalero” que por su nombre. Hace poco fue trasladado a la sección Los Pinos, donde ahora tiene una celda y acceso a un patio. Hasta mayo de este año estaba en el sector Chonchocorito, un lugar ófrico donde dormía junto con 140 reos y donde su salud se deterioraba cada día que pasaba.

El 28 de agosto de 2018, la justicia determinó que Gutiérrez sea encarcelado porque el Gobierno lo responsabiliza  de ser el autor intelectual de la muerte del policía Daynor Sandoval, quien perdió la vida en una supuesta emboscada en La Asunta.

El jueves, Gutiérrez estaba sentado en una banca del patio de Los Pinos. Algo abrigado, con una chamarra azul y un buzo plomo, había despachado a un amigo minutos antes de recibir a Página Siete.

Lo que le emociona hasta las lágrimas es su hija de 5 años y recordar a su hijo de dos años que el año pasado falleció mientras él estaba encarcelado, pero dice que ellos le llenan de fortaleza para enfrentar el proceso penal.

¿Hace cuánto tiempo fue trasladado al sector Los Pinos?

Hace dos meses más o menos. En Chonchocorito dormía entre 140 personas, el lugar era muy pequeño y pedí mi traslado más que todo  por motivo de salud.

¿Por qué por salud?

Por el hacinamiento y porque me resfriaba mucho, salíamos al sol y en vez de calentarnos nos hacía más frío. Otra razón fue por mi hija, el lugar estaba repleto y no se podía conversar, no podía sentarse. Aquí hay más espacio para hablar y estar con ella.

¿Qué le dice su hija al verlo aquí, en la cárcel?

Una vez me preguntó: “¿cuándo vas a venir a recogerme al colegio?”. Yo la miré callado unos segundos y le respondí: “Pronto hija”. Bajé la cabeza y miré a otro lado para que no vea  mis lágrimas que se acumulan. Le digo: “Estoy haciendo tu castillo de venesta, no puedo acabar (contiene el llanto)”

Aunque no se lo diga, ella seguramente sabe lo que está pasando. ¿Le dijo algo al respecto?

Me preguntó que cuándo la llevaré al zoológico. Yo le respondo: “Muy pronto te voy a llevar hija”. Le abrazo y ella con sus bracitos me envuelve el cuello. Ese es un momento único que se vive. Pero también hay un nudo en mi garganta, me duele ver a mi hija así.

El otro día vino con una bolsa de muñecas viejas y tengo que estar arreglando eso (ríe). Todo el tiempo quiere que le alce. Admiro a mi hija. De una vez quisiera salir por mi familia.

Otra persona que lo acompaña desde que lo detuvieron es su esposa, ¿cómo maneja ella esta situación?

La veo triste, impotente, por no poder hacer algo más… Pero las visitas de mis compañeros me ayudan, me dan su apoyo moral. Por las noches es donde sufro, ellos no saben mi pesar.

¿Hay productores de los Yungas que  lo visitan?

Son amigos de los Yungas. A veces las visitas son varias, más que todo  ahora por la vacación, casi todos los días vienen. Traen comida en fuentes pequeñas, traen mandarina, papaya, jugos, pero más que todo fruta. Me regalan 20, 30 hasta 50 bolivianos para que pague mis gastos aquí adentro.

Régimen Penitenciario lleva adelante carreras técnicas para los privados de libertad. ¿Usted ha pensado en estudiar alguna de ellas?

Pregunté si había la carrera de Derecho o Agronomía, como soy del campo, pero no hay. Me dijeron que en agosto van a abrir, tal vez ahí me pueda inscribir para estudiar en mi tiempo libre. Pero con las visitas que tengo a veces no hay tiempo.

¿Cómo va su proceso penal? ¿Qué avances hay?

Prefiero no hablar de eso, no quiero que se entorpezca la investigación.

¿Está leyendo algún libro?

Sí, ya leí algunos, pero de repente los taxistas (presos que llaman cuando hay visitas) me buscan y ya no se puede mantener el ritmo.

¿Qué libro le atrajo más?

El libro de Nelson Mandela, ese me llamó la atención. Al leer uno se pone a lagrimear porque le pasó lo mismo que me está pasando. Él pasó por la cárcel como yo. También perdió a su hijo como yo. También lo alejaron de su familia. Mandela estuvo casi 30 años en la cárcel, espero  no llegar a esos años de encierro. No quiero pensar que la justicia sea tan mala. Leo también periódicos, trato de estar informado de todo.

¿Cómo  lleva la vida aquí?, ¿dónde se encuentra su celda?

Mi celda está en el primer piso. Estoy mucho mejor que en Chonchocorito. Empiezo a acullicar (masticar) la coca que las visitas traen, aunque es poquito (sonríe). Pero siempre estoy mascando coca mientras estoy leyendo.

¿Usted saca algo positivo de este encierro?

Nada es bueno aquí porque estás alejado de tu familia, ¿quién puede querer estar alejado de la familia? A veces mis papás me llaman llorando y yo no puedo ni abrazarlos, sólo les digo que ya va a pasar este sufrimiento y que pronto estaré con ellos y mi hijos.

¿Cómo le tratan  aquí los presos, en Chonchocorito?

Para mí todos eran buenos en Chonchocorito, no eran peligrosos como me decían algunos. Aquí (en Los Pinos) me llevo bien con los reos, me saludan. El más malo, como me dicen otros, me trata bien, todos me dan la mano.

¿Qué le dicen de su caso? ¿Hablan de usted?  

Una vez, uno de ellos me dijo: “Nosotros estamos aquí porque hemos hecho algo malo, pero tú no has hecho nada, eres inocente”. Otro  se metió a la conversación y me dijo: “Nosotros te vamos a cuidar”. Un tercero también se metió a la charla y dijo: “Tenemos que cuidar al cocalero”.

¿Qué siente al recibir esas palabras o muestras de apoyo?

Me hacen reír, me dan alegría al recibir apoyo moral que necesito para salir adelante, trato de no deprimirme.

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